Actividades extraescolares

A pocos días de las vacaciones de Navidad, muchos padres se plantean como se van a organizar para cubrir esos días en que los niños van a estar en casa. No es nada nuevo, ya que lo mismo ocurre con las vacaciones de Semana Santa, los puentes y, sobre todo, las vacaciones de verano. Estos periodos de ausencia de actividad académica conllevan la aparición de actividades extraescolares de todas formas y colores y que han dado a conocer la palabra campus a un gran número de personas que para ellas era hasta hace poco desconocida.

El caso es que las actividades extraescolares siempre se han visto desde dos ópticas diametralmente opuestas. La primera de ellas es la que defiende la necesidad de que los alumnos tengan la oportunidad de explorar otros conocimientos y formas de relación social más allá de la familia y la escuela. Incluso muchas de estas actividades pueden ser perfectamente la semilla o el descubrimiento de una pasión escondida que puede beneficiar muchísimo el desarrollo del niño o niña durante su etapa escolar. En más de una ocasión han habido alumnos que han destacado mucho más en una determinada área gracias al apoyo de una actividad extraescolar, llegando incluso a convertirse tan importante o más ésta última que las actividades curriculares oficiales. Por poner un ejemplo, muchos grandes deportistas se encontraron por primera vez con el deporte que ha llegado a convertirse en su profesión de hoy precisamente gracias a una actividad extraescolar. Otros ejemplos los tenemos con el ajedrez, la música, la informática, las artes plásticas, la danza o el ballet entre otros.

Sin embargo, también son muchas las voces detractoras en relación a las actividades extraescolares. Los argumentos que defienden esta postura se sustentan en el hecho que los alumnos ya pasan diariamente demasiado tiempo en la escuela como para afrontar más carga intelectual o física fuera de ella. Razón tampoco les falta, puesto que para aquellos niños que se quedan al comedor sin entrar en acogida, ni antes ni después del horario académico oficial, ya pasan ocho horas diarias en el recinto escolar. Si a esto le sumamos, como poco, una hora más de actividades, en un solo día pueden llegar hacer hasta nueve horas de tarea. Ya no hablo si además tienen deberes para el día siguiente, la cual cosa puede pasar perfectamente a una jornada de diez a once horas, algo que pocas personas estarían dispuestas a aguantar como trabajadores en el mundo adulto.

Habiendo revisado brevemente los dos enfoques y los argumentos que los sostienen, la conclusión a la que he llegado es que se convierte en un aspecto clave la actitud que adopten los padres en cuanto a la utilización de las actividades extraescolares. Si la actitud está centrada en sus hijos, es decir, considerando lo que para su desarrollo físico e intelectual es conveniente de acuerdo a su grado de madurez y edad, las actividades se escogerán en la cantidad y medida adecuada, es decir, con la intención de reportar un beneficio a la niña o niño. Sin embargo, cuando los criterios para la elección de actividades extraescolares está basado en aspectos como la disponibilidad de los padres (este es el enfoque que no está centrado en el niño-niña), aquí surge un problema. Surge un problema porque todos los esfuerzos de la familia están centrados o dirigidos hacia un fin que no es plenamente el desarrollo de una habilidad o adquisición ventajosa de conocimiento para el discente. Un ejemplo son aquellos niños y niñas que se ven obligados a tener que pasar de nueve a diez horas diarias – no de forma puntual – de actividad en actividad por consecuencia del efecto que yo llamo no han nadie en casa.

En definitiva, es muy importante plantearse preguntas como las siguientes: ¿realmente los padres no se pueden organizarse de otra forma? ¿Hasta que punto las actividades extraescolares se han convertido en un negocio que intenta cubrir las necesidades de los padres en detrimento de la infancia de sus hijos? ¿Se puede considerar una infancia vivida haciendo tantas horas de tarea de actividad en actividad? Si para cuando hay vacaciones hay actividad, ¿cuando estos niños hacen realmente un descanso? ¿Podemos decir que tienen vacaciones de verdad? Creo que es urgente que cada familia se pare un instante a reflexionar sobre estas preguntas y que pongan a prueba su sinceridad en el momento de contestarlas. Y que tomen como telón de fondo que lo único importante para estos niños y niñas es crecer junto con la compañía de sus padres y su familia más que el acceso a otras cosas que son más propias del mundo adulto que de la infancia.

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